—Soy iconoclasta, no al culto a la personalidad, si a la anarquía de rebelarse contra uno mismo, hasta sangrar estereotipos con la vara de la sabiduría… Mi primer alto de rebeldía (como a eso de los 10 años) fue indignarme contra los fantasmas que movían cajas debajo de mi cama queriéndome robar el sueño.