Te debo una nube,
el rigor de un jilguero
en la peña de una distancia.
Te debo la profundidad de un terremoto
en la sien de un arco iris.
Te debo malabares de agua dentro de un país imaginario…
Te debo el corazón, en el sitio donde guardas tus
latidos de campana y otros libros cerrados en golpes de un silencio desplomado.
Tu ausencia, se empapa de las cenizas de una circunferencia,
recortadas en las abreviaturas precipitadas de un ruido ajeno.