Decidimos desnudar nuestros pies donde las fábulas desnudan sus lágrimas.

Sonríeme y el mar se hundirá en la calma.

Tu tacto, ese pequeño mar, ese sonido que derrama aves, instantes rojos en equinoccios ocultos en la piel de una almendra. Incendias acuarelas en la copula de una orquídea.

Quiero lunas gigantes que devoren los tiránicos rumores, de mi primera ave. Aquella que murió y se tragó mis alas de agua. Y fue mi primer poema y fue mi primer desamor. Y ese primer dolor… fue mi primer amor.

Te llevo como un verbo que tuerce la textura de su fiebre entre mis labios y tu cuerpo desnudo, al filo de una sílaba de agua.

Acaríciame el sonido de un incendio lactando los senos de un otoño. Gotean mis ojos en tu espalda, y en esa otra orilla, nunca encontré pájaros hechos mendrugos en mi alma… Antes que existiesen los océanos, te amé en la imaginación de un silencio.

Todas las distancias de mi memoria se fecundan entre tus ojos y el mar.