Una oración de profunda fe, termina tarde o temprano siendo una lágrima en la mejilla de Dios.
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No tuve miedo, Dios reina en el imperio de mis consecuencias.
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Escapé del olvido, al memorizar la edad de Dios.
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Tengo que buscar el instinto de un ángel,
el peso de la fiebre en las fisuras de la lluvia
y aproximarme a aquella redoma,
donde he guardado a Dios, en una lágrima…
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Ya no soy de espejismos.
Soy del material líquido de una plegaria…
Solo tengo sed de caminar y hallar a Dios
dibujándome con las acuarelas que perdí de niño.
Fotografía, Michael Erlebach