Hay ciertas otredades y un puñado de caballos en terceras otras casas que me despeinan al pensar donde oculté mi furia, quizá hundí la largura de mis pies en la fina existencia de una puerta.

Mi furia es una fruta compacta de colores, agrietada de celos lentos, acosadora de inviernos, como ramos tirados en todas las cosas parecidas a un yelmo… O al frio, al desnudar un pensamiento en la tristeza.

Quiero correr descalzo en dirección a la imperfecta majestad de un viejo mar,
o a pabellones donde las luciérnagas paren las bocas mojadas de las estrellas.
Usar anteojos y limpiar espejismos con el aliento de un ultimátum;
y caminar, y llegar atrasado… que ocurra esa tendencia mía a engordar silencios.
No es que han desaparecido los arcos iris, es que últimamente he dejado de mirar el cielo.

📷Gilbert Garcin