Bajo el cielo y la semilla, se esconde un pulmón que nos pide
rezarle a un jeroglífico y por ello, agrietar el mar, y tumbe higos manchados de sangre.
Es una forma valiente y profunda de silencios, arrastrando mujeres encitas de trigo
y alambiques, simulando venas en la parte frontal de un péndulo.

Alzo mi cabeza y juro soplar tiras de animales heridos en la faz de mi desnudez,
parientes detrás de una nube; y el ojo de un cable amarillo de tanto chupar similitudes…
Esta sombra de números,
esta tierra humillada por martillos y cosas inclinadas,
me busca para lamer los lados oscuros de mis calendarios.

Me quedo hurgando canteras y resortes,
excitando el nacimiento del contentamiento en los índices y el salmo.
Una pareja intrínseca de un árbol abre un beso en el quebramiento del alma…
Y vuelven las aguas a su cuerpo, conmocionado de aforismos, y un paso más allá,
tengo manos mojadas, abriendo un ejército y otros presagios quebrados de distancias.