No puedo dejar de escribir, mientras tenga un hijo jugando en mi soledad.
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Me es el sonido de la soledad, el opio de mi imaginación.
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La soledad me regaló la cronología de sus árboles, lo hermafrodita de mi espíritu, el peso de una fruta en el útero de aquel silencio…
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Hay soledades lisas, dispersas, llenas de acepciones literales y otras cortas alucinaciones.
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En mi soledad existe una multitud de gente callada, y les suelo hablar de mí.
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Tengo un corazón de papel, alojado en aquella soledad que se deshace en la lluvia.
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Poetisa, en una esquina de tus temblores se esconde una niña.
Cuando abres la cajita de tus silencios brota su sombra líquida,
hasta trasmutar su soledad a tu sangre, trayectoria de un poema…