Guardamos rumores en la fiebre lenta de un eclipse.
Son golpes desnudos que caen en los labios de una amapola…
Respiramos la sed de los abismos
hasta lamer la misma raíz de las lágrimas.
Nos curamos el estupor y las líneas inexactas,
en cortes bisiestos hasta el alma.
El filo de un número reintegra parábolas a la lluvia
y se nos orilla las esquinas de un sonido verbal en los ombligos.
Descosimos las venas de un silencio con dolor y refugio,
en el cuerpo hermafrodita de aves desprendidas.
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